La Isla Erytheia

Desde hoy Erytheia Psicología tiene su propio espacio en La Voz del Sur, en formato de columna de opinión semanal, en la que escribiré sobre psicología y otros asuntos habituales del universo gaditano, como el carnaval. Cada sábado habrá un nuevo artículo. ¡Espero que sean de vuestro interés!

Para empezar, transcribimos aquí el primero, publicado esta misma mañana:

¡Ay Erytheia…!

Francisco Javier Díaz Quintana

(Publicado en La Voz del Sur: 17 de Junio 2017)

Cuentan que las gadeiras fenicias estaban constituidas por tres islas, y que Erytheia era la que se encontraba más al norte. Para que se hagan una idea: si el canal Bahía-Caleta atravesaba entonces el actual casco antiguo, Erytheia era la isla en la que actualmente se asienta el Castillo de Santa Catalina. Sí, el castillo del preso del 15 de abril. Y desde el actual Castillo de San Sebastián hasta Sancti Petri, la isla Kotinussa.

Dicho de otra forma: en Erytheia se encontraban los de Cádiz Norte (como la chirigota, que también es muy de Erytheia-Erytheia), y en Kotinussa los de Cádiz Sur. Curioso que lo que ya consiguió un canal en la antigüedad, lo haya vuelto a conseguir un puente multimillonario. Y si en la actualidad el Cádiz Norte equivale al Casco Antiguo, en las aquellas islas ocurrió lo mismo, ya que de todos es sabido que el asentamiento fenicio original debió situarse en la vieja isla de Erytheia.

Según Plinio el Viejo, la isla Erytheia contemplaba Hispania desde el mar. Una isla en la que se fundó Cádiz… que se unió a Kotinussa para crear la Caleta, inspiración universal carnavalera… y cuya etimología tiene que ver posiblemente con el color rojo… Bueno, voy entendiendo por qué cuando fundé mi propia empresa de Psicología le puse Erytheia sin pensarlo mucho.

En Erytheia (Psicología) pasan diariamente gaditanos y gaditanas que quieren re-fundar sus vidas. En mi pequeña isla buscan y normalmente encuentran un lugar para asentarse, para contemplar la vida con otro prisma. Un puerto desde el que zarpar a navegar por los mares de la vida cotidiana, y al que regresan sesión tras sesión para contar peripecias y victorias. 

Mi ciencia, racional y emotiva, tan desconocida y poco valorada para muchos, tan joven en cuanto a su estatus científico, pero tan antigua como la misma humanidad, se pone sobre la mesa y se sirve fresca, aunque no siempre se alcance el resultado deseado, o no siempre a la primera.

¿Imaginan cuántas historias interesantes guarda la cámara oscura de la confidencialidad? Este secreto de sumario, que debe ser respetado a toda costa, no impide que pueda compartir con ustedes, con gotas de creatividad y con mucha buena fe, algunas de las aventuras que un psicólogo de trincheras se puede encontrar en su jornada. Les invito a ser cómplices de mis historias, que no exigen nombres y apellidos, pero que son tan reales como la de aquel popurrí de Romualdo el Cruzado.

¡Vaya! ¡Ya salió el carnaval de nuevo! Me temo que mis dos pasiones competirán para asomarse por aquí… Así que este será nuestro punto de encuentro. Les espero.

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